Arquitectos y diseñadores trabajan para incrementar la eficiencia, reducir la huella ecológica e implantar nuevas tecnologías en sus proyectos. Todo ello con el objetivo de modernizar las calles y los edificios de nuestras ciudades para convertirlos en sostenibles a la vez que saludables. Este proyecto de unifamiliar ilustra la tendencia hacia la emancipación energética de las viviendas.
PROYECTO: ARNAU ESTUDI D’ARQUITECTURA. FOTOGRAFÍAS: MARC TORRA. TEXTOS: PABLO ESTELA.
El mercado de la vivienda particular es uno de los que mayor transformación ha sufrido, con un número significativo de proyectos pioneros liderados por estudios de arquitectura nacionales, que despuntan por buscar la sostenibilidad y la eficiencia en todas las frases de ejecución de los mismos, desde la elección de materiales, hasta los costes de mantenimiento.
La eficiencia energética que caracteriza una vivienda sostenible se basa en conseguir que la construcción obtenga el máximo confort con el mínimo impacto ambiental. Tanto en calidad del aire como lumínica y acústica.
Existe una modalidad de casas sostenibles ecológicas que utiliza la bioconstrucción para conseguir el distintivo medioambiental. Este tipo de infraestructuras son conocidas por utilizar únicamente elementos que cuidan nuestra salud. Y que, a su vez, se ha popularizado como respuesta para Reducir, Reutilizar y Reciclar los deshechos para preservar el medio ambiente.
La utilización masiva de sustancias tóxicas que contaminan nuestro día a día se ha convertido en una problemática mundial. Por ello, la bioconstrucción utiliza materiales más sostenibles y eficientes con el fin de desarrollar proyectos arquitectónicos de la forma más respetuosa posible. Tanto con la naturaleza, como con nuestro organismo.
ARQUITECTURA Y SALUD
Las viviendas sostenibles se crean como alternativa a las casas de hormigón, mal orientadas y con problemas de ventilación y humedad. Debido a que un estudio puso de manifiesto que en el interior de las viviendas construidas con materiales tradicionales existe 50 veces más toxinas que en su exterior.
La casa sostenible ideal es una casa bioclimática, es decir, un edificio que aprovecha las condiciones naturales para disminuir todo lo posible las necesidades energéticas. A esta tendencia arquitectónica se la denomina bioclimatismo pasivo. El bioclimatismo activo es, por el contrario, el conjunto de sistemas que puede integrarse en una casa con el objeto de aumentar su eficiencia energética.
Antes del siglo XX, cuando la población se concentraba en las áreas rurales, casi todas las casas de este entorno seguían estos criterios; la gente vivía más en contacto con la naturaleza y había menos comodidades; para disponer de calefacción era necesario ir a recoger leña al bosque, y el campesino pronto aprendió –hemos tenido cientos de años para hacerlo– que necesitaba recolectar menos leña si orientaba la fachada principal de su casa hacia el sur, pues el sol da de esta forma todo el día y la temperatura en el interior durante el invierno es mucho más elevada que si se le da una orientación diferente.
ENERGÍAS RENOVABLES
Con el tiempo, las técnicas fueron perfeccionándose: arcadas en la parte frontal de la casa –amortiguan el sol en verano, pero lo dejan entrar en invierno–, tejados de césped, ventilación cruzada y otras técnicas que arquitectos bioclimáticos de hoy en día han rescatado de la memoria colectiva. Fue la industrialización, la construcción masificada de viviendas en el entorno urbano y la abundancia de recursos fósiles los que nos hicieron dejar de lado estas prácticas milenarias.
Pero el desarrollo de la tecnología también abre las puertas a otras ventajas: la creación de tecnologías basadas en las energías renovables, que antes no existían, como la energía solar térmica, que permite aprovechar el calor del sol para generar agua caliente y para la calefacción. La fabricación de pellets a base de residuos forestales y la optimización de las calderas que consumen estos combustibles también supone un avance a nivel de eficiencia frente a su origen, el hogar de leña.
Un sencillo volumen prismático rectangular recoge todo el programa necesario para la vivienda: la planta baja de arriba contempla las habitaciones familiares; la planta baja de abajo reúne el estar-cocina y la habitación para una eventual visita.
La casa está proyectada para albergar el día a día de una familia con tres hijos. En la fachada delantera, un accesorio de hormigón que se escapa hacia poniente ofrece algunos complementos muy útiles: un porche para la sala que también lo es para la entrada, y un garaje-almacén.
La Casa Banco se enclava transversalmente a la pendiente conteniendo la montaña que lo acoge, mientras disfruta serenamente del sol y del paisaje que puede abrazar. Su horizontalidad es la de aquel que se estira para descansar; la de los pastos y de los prados. Y la del banco oportuno al borde de un camino para sentarse y contemplar todo lo que queda por andar.