La vivienda proyectada por los arquitectos Jaime Prous y Damián Ribas con la colaboración del arquitecto técnico Agustí Vidal, se articula mediante tres volúmenes independientes dedicados al estar y estudio, cocina office y tres dormitorios distribuidos en diferentes plantas. Éstos se materializan en piedra blanca y son una construcción compacta, casi pétrea.
La historia de esta casa empezó con una pequeña maqueta de cerámica y madera hecha por dos hijos para su madre, que representaba el regalo de su marido. La historia de la construcción es, en realidad, una historia de amor que se traduce en una arquitectura que cuida la sensibilidad sensorial de las personas que viven allí.
Otra premisa era la relación con el espacio exterior, ya que vivían en un piso donde la aquella era limitada. Patios y porches fueron las estrategias utilizadas para permitir a los propietarios convivir con la naturaleza.
Los tres volúmenes se posicionan entre sí creando una relación de espacios intersticiales que serán ocupados por patios y porches para acabar de configurar la vivienda.
En palabras de Alejandro de la Sota: “…se podría entender el mito de la cabaña como la necesidad del ser humano de crear una intimidad, es por el hecho de crear una intimidad que el ser humano renuncia a la naturaleza. Todas las acciones que haga el ser humano en la arquitectura serán dirigidas a introducir esa naturalidad, por ejemplo; las pinturas rupestres, un cuadro, una ventana e incluso un patio. El patio en el centro si la casa es grande y lo permite, o el patio delante y detrás si la parcela es pequeña. Y eso es así desde Pompeya hasta Mies…”.
Por este motivo, la vivienda se articula mediante siete patios de características geométricas y sensoriales muy diferentes. Mientras que el patio norte es el de acceso a la vivienda y se cierra mediante una fachada ciega, el patio central configura el centro de la vivienda representado mediante un espacio vacío ocupado por una lámina de agua. El patio de cocina, contiguo a ella, representa la proyección de ésta al espacio exterior y el patio vertical ilumina la escalera. Por su parte, el patio sótano da acceso desde el exterior al mismo y lo llena de luz y naturaleza. En el patio sur, dotado de sol, se desarrollará la vida de la vivienda en verano y, finalmente, el patio genera un acceso más privado e íntimo a los habitantes. Los porches son otra de las herramientas utilizadas que permiten prolongar el espacio exterior al interior y viceversa.
Recintos y patios permiten colonizar a los propietarios el espacio exterior, incluso con lluvia. Los volúmenes y patios se articulan generando una serie de porches. El porche de acceso está situado en el patio norte y es el único rasgo compositivo de este espacio que dará su carácter mediante la sombra que anuncia la entrada. El porche central se descubre al atravesar la puerta principal de la vivienda, donde confluye el vacío que generan los tres volúmenes y el patio central. Por su luz, por el agua, por los reflejos y por los muros, este espacio consiste en una zona exterior con el confort del interior. El porche recinto crea un espacio interior en el exterior mediante una celosía, un espacio agradable y fresco para la intimidad en las noches de verano.