UNIFAMILIAR EN VALENCIA
ARQUITECTURA: PABLO RIBERA PONS. DISEÑO COCINA: ENTRECUINES. MOBILIARIO DE COCINA: SANTOS.
El arquitecto plantea una casa en una urbanización de montaña, en Valencia, organizada en dos volúmenes conectados entre sí por un patio. Uno para las zonas de relax y encuentro y el otro para las zonas más privadas. Los materiales, reducidos a lo esencial, ceden todo el protagonismo a los espacios abiertos.
FOTOGRAFÍAS: JAVIER ORTEGA. TEXTOS: PAU MONFORT.
La familia propietaria de esta parcela, ubicada en una montaña orientada al mar Mediterráneo en Puzol, Valencia, deseaba construir una vivienda que, relacionándose de manera directa con el terreno, extrajera el máximo partido como área de uso y estancia.
Atendiendo a sus requisitos, el arquitecto Pablo Ribera Pons plantea una vivienda organizada en dos cuerpos, conectados entre sí por una zona de transición y separados por un patio. Así, mientras el cuerpo frontal acoge las zonas públicas y una terraza cubierta, el trasero hace lo propio con las zonas privadas de la casa.
El patio abierto que separa ambos cuerpos los independiza sin obstaculizar la visibilidad, facilitando la interrelación de todos los ambientes interiores con el exterior.
Por otra parte, zona pública y privada se conectan mediante un espacio de transición polivalente, que puede emplearse para colocar una mesa adicional o como zona de trabajo, estudio, juego o relax.
El proyecto aplica como criterio dominante la reducción de materiales a lo esencial, con el objetivo de ceder todo el protagonismo a los espacios. Los volúmenes que contienen cada cuerpo cuentan con cerramientos ciegos en los laterales, para garantizar la privacidad frente a las residencias colindantes. Sin embargo, estos cerramientos son transparentes en el sentido de las vistas, cumpliendo otro de los deseos de los propietarios: poder disfrutar en todo momento del paraje privilegiado que rodea la casa.
Sin duda esta vivienda se define por su carácter esencial y transparente, tanto en el exterior como en el interior. El acceso se realiza desde una planta inferior, que acoge usos complementarios como el garaje, un dormitorio para invitados con aseo, el vestíbulo y la escalera.
La zona pública se plantea de forma abierta y diáfana, comunicando entre sí los distintos ambientes que la integran. Para evitar la existencia de un espacio único indiferenciado, que podría plantear problemas de compatibilidad de usos, se generan divisiones recurriendo a elementos como el hueco de la escalera, el mobiliario o pequeños cambios de nivel salvados por escalones. De esta forma, sin renunciar a la continuidad visual, se crean amplios espacios abiertos pero diferenciados por su función.
El minimalismo de la estructura exterior se traslada también a los interiores, donde la combinación de tonos blancos y microcemento aporta personalidad, sobriedad y luminosidad a cada una de las estancias. La tarima de roble que reviste todo el suelo de la planta, además de la escalera y las puertas de paso, armoniza y homogeniza el conjunto, proporcionándole una nota cálida, acogedora y muy hogareña.
La cocina funciona como centro vertebrador de la zona de día de la vivienda. El primero combina cuatro módulos bajos, un cajonero y cinco armarios columna: dos de servicio, un portahornos y dos más para integrar frigorífico y congelador. Este amueblamiento también sirve para ocultar las escaleras de acceso a la casa, funcionando como elemento divisor que no resta visibilidad ni luminosidad.